martes, enero 02, 2007

Varamo de Cesar Aira

Leí hace poco una novela breve de César Aira (1949): Varamo. Publicada en 2002 y pese a las diferencias, Varamo se parece a las demás novelas de Aira en su peculiar condición, que nos lleva a un estado final donde la ficción narrativa nos muestra sus venas y mecanismos sin desgastar el efecto de la ficción.
Varamo tiene un punto de partida nada peculiar. En Colón, Panamá, en el año 1929, un panameño se dirige al banco a cobrar la mensualidad del trabajo y recibe todo su pago en billetes falsos. Pese a que lo advierte inmediatamente, lo recibe y se retira con los billetes en el bolsillo, sin protestar. El narrador intenta introducirnos en el espacio habitual de Varamo: su madre, su casa, sus aficiones, todo mientras Varamo intenta despejar su preocupación por el dinero: cómo pasar el mes y cómo deshacerse del dinero falso son preocupaciones que lo habitan mientras se dedica a embalsamar animales. Curiosamente, no conoce el oficio, solo le agrada a priori y ello lo empuja a intentar embalsamar un pez, pensando en venderlo. En medio del fracaso, el narrador aparece y deja su materia para hablarnos de lo que hace: nos cuenta las circunstancias en que Varamo escribe un célebre poema vanguardista: El Canto del Niño Virgen. Pero hasta ese momento resulta sorprendente que se adelante tanta información: el relato nos dejaba ante un oficinista sometido a la incertidumbre del futuro inmediato. Ahí es donde comienzan a sorprender además del estupendo relato de las primeras páginas, este fragmento reflexivo que, escrito en el tono de reseña literaria, adelanta una serie de certidumbres importantes para leer el texto: "el logro último de la literatura es hacer resonar de algún modo el contenido en la forma" (66). La frase se refiere al texto que el lector tiene entre manos, y anticipa los contrastes y las exposiciones que el relato busca: el estilo indirecto libre -establece el narrador- refleja el ánimo del personaje, su incomodidad ante el problema de los billetes.
Una extraña circunstancia lo pone frente al accidente de tránsito del ministro del interior, quien debe controlar una carrera de regularidad. Para atenderlo, el ministro es llevado a la casa de las Góngoras, y una vez allí -nuevamente por efecto de la casualidad- recibe de manos de la Caricias, el manual de instrucciones de un radiotransmisor, ese mismo que producía los ruidos que no lo dejaban dormir. Pero, como si no fuera suficiente, la extraña travesía de Varamo no acabará en el camino a su casa. Decidido a desviar el rumbo para distraerse con una caminata termina en el café que suele visitar. Allí, dos conocidos le ofrecen una ocupación no imaginada: ser escritor. Entre promesas editoriales y una charla amena, dos editores proponen a Varamo la tarea de escribir un libro. La recompensa: doscientos pesos. Dispuesto a aliviar su problema, Varamo se decide a escribir. Después de la conversación, pensando en las notas que había prometido trabajar para convertirlas en libro, Varamo asume de inmediato la actitud del escritor y adopta una mirada sobre el entorno que podría calificarse tópicamente de 'literaria'.
El resto, nos dirá el narrador, es historia conocida. Desde 'El canto del niño Virgen' hasta su génesis y escritura, el recorrido que propone la novela se concentra en presentar las coincidencias caprichosas entre el azar y la necesidad material, que cobran sentido en el dinamismo de la subjetividad. Si la forma de la vanguardia encarna más bien una actitud en la que habita lo espontáneo, eso espontáneo es determinado por el paso del tiempo y sobre todo por lo performativo de la identidad. Varamo, personaje acostumbrado a su posición de oficinista, dejará el ritual monótono que lo mecía entre la casa, la madre y la papelería. Desenmascarando las relaciones del lenguaje, los gestos y las actitudes que comúnmente señalan y designan el mundo literario, y entremezclando sus usos y efectos, Aira construye una peculiar novela. Después de todo, tanto cambio repentino refleja el efecto del azar no solo en el porvenir, sino también en un pasado que -en la voluntad del narrador o en la realidad- se convierte siempre en otra cosa.