viernes, julio 18, 2008

La frontera entre dos edades: sobre Los Mutantes de Mariano Vargas


Estruendomudo inició el año editorial con la publicación de Los Mutantes, primera novela de Mariano Vargas. Este es el texto que leí en la presentación del libro.

Pese a su brevedad, hablar de Los mutantes de Mariano Vargas es hablar de un montón de temas. Para empezar quisiera comentar lo que más, creo, va a saltar a la vista: la influencia. Los Inocentes, uno de los modelos de riesgo literario más originales de nuestra literatura, es un libro que dejó mucha cola. Sin embargo, creo que mucho de lo que se ha publicado tratando de imitar, emular, homenajear, dejarse influenciar, etcétera, por la obra de Reynoso, puede considerarse verdaderamente prescindible.
Es indudable que la narrativa de Oswaldo Reynoso, en particular Los Inocentes, propuso una ruptura respecto de lo que se venía haciendo en el país en los años de su aparición. Para no desviar el asunto, diré que sus diferencias con el momento general de la narrativa setentera se pueden resumir en dos aspectos: se reenfocaron los temas “de los que se debía hablar”, y se volvió a asumir el texto híbrido como una necesidad para la ficción.
Sobran testimonios para recordar que, cuando no se trataba de narrativa urbana, en la escena emergente de entonces la apuesta estaba del lado de la representación migrante y las posibilidades de identidad que surgen de dicho problema. Por otro lado, aunque creo que la experimentación formal es un acto más del lenguaje, Los Inocentes fue un libro de ruptura porque logró señalar una forma de existencia que mucha escritura dejaba fuera de los libros, formas de existencia que quedaban omitidas en las voces de quienes no sabían donde poner aquel lado de la realidad. Las lecciones de Reynoso, después de observar esto, son evidentes: no se necesita demasiadas páginas para grabar un mensaje en la memoria, la más fácil; la otra, la que hace la diferencia entre el caso de Mariano y todo el resto, otra más simple, pero menos entendida: hay que averiguar por qué hacemos las cosas, pero antes, por que existen de cierta manera.
Creo que lo que hace Mariano en relación con Los Inocentes es rescatar su clima, el aprendizaje, la frontera entre dos edades. Nino y Gonzalo aparecen al final de la infancia con todos los fantasmas propios de la edad adulta: el deseo, la violencia, el miedo al futuro, la identidad (o sea repetir el miedo al futuro, el deseo, la violencia). Creo que eso es una diferencia fundamental con lo de Reynoso, cuyos personajes se encuentran con sus traumas en la calle, y sus traumas se les quedan rondando en la cabeza. Los mutantes, en cambio, parece proponer que la identidad puede ser innatista, porque sus personajes aparecen casi preparados para la acción, casi dispuestos a lo que les suceda. Otro factor importante que se puede desligar de Los inocentes es el carácter complementario de sus protagonistas, que en el libro de Reynoso aparecen como miradas distintas que cuentan un mismo miedo y una misma fascinación. En el caso del libro de Mariano, Nino y Gonzalo fueron semejantes hasta que Nino vio en la esquina de la cuadra a Los Mutantes. Desde entonces se convirtieron en opuestos complementarios, el riesgo y la prudencia, la osadía y la timidez, la apuesta por el futuro y el temor del mundo que espera afuera.

Hay mucho más que decir probablemente, pero hay más que influencias. Un segundo tema que comentaré el es de los riesgos formales que Mariano asume. No voy a decir que es un mérito escoger las influencias porque todos los que escriben escogen sus influencias, (tema de lo teatral / la obsesión porno no estilizada) pero sí diré que Los Mutantes representa una ligera renovación entre la narrativa local reciente pues se aleja de muchos moldes. Lo que Mariano escribe está en la frontera entre el realismo sucio y formas como el gore o la estética cómic, en las que todo se ironiza, se exacerba y suaviza simultáneamente; como para escapar de la impresión de que Borges y Cortazar han publicado hace unas semanas que deja gran parte de la narrativa peruana reciente.

Hay dos puntos en particular que contienen gran parte de ese riesgo. Uno es el Manifiesto publicado en el periódico clandestino El Averno. Allí hay, fuera de las claves que sugieren muy tangencialmente una apuesta por romper con el espíritu de esta época, o de la época del libro, hay una apuesta por saltar las páginas de la ficción y meter las narices en la realidad, por decir más que solamente jugar a las formas. En el Manifiesto, la apuesta va del lado de la imaginación, y se apoya en la búsqueda de una razón alterna que ayude a encontrar la identidad, que libera de la alienación, y desde luego, que justifica la ficción.

Además, otro aspecto importante de ese riesgo está en el nudo que se forma entre el aprendizaje de Nino cuando es entregado por sus amigos al camionero y rescatado por Los Mutantes, y las tangenciales apariciones de los nobles. Una estrecha relación de control aparece en esta complicada caricatura de una sociedad donde el orden de las cosas está controlado desde el poder. Sin embargo, como sucede en la realidad, la función significante del dinero hace invisible el poder. Si como dice el manifiesto, la cosmovisión caricaturista y el pensamiento libre son caminos para entender una realidad ajena y controlada, la ficción que Mariano construye con Los Mutantes es, con el desenlace que tiene, un proyecto cumplido, el manifiesto su llave, y Nino el producto de este breve y arriesgado acto de conciencia.

2 comentarios:

alegorias dijo...

"Les mostraré que en otro tiempo vivía un hombre que decidió dejar de crecer y quedarse en los brazos de su madre, lactando por siempre. Porque aprender a caminar trae muchos problemas, porque aprender a caminar es innecesario". Me ha gustado mucho esta cita porque siento que encierra un poco lo que más ha llamado mi atención de la novela. Pues, aunque el joven protagonista, Nino, nos recuerde el conflicto que supone la necesaria transición de un mundo infantil hacia otro más duro y "real", creo que la propuesta estética del autor nos pide, como lectores, lo contrario: entrar y quedarnos, sin que exista la necesidad de dejar nuestra condición de niños, en un juego de imaginación continuo. Me he reído mucho mientras la leía y ,aunque, por ratos, lo grotesco de las historias ya no me hacía reír tanto, siento, a la vez, que estas historias no son gratuitas. Se corresponden, quizá, con esta visión que intenta rescatar del encierro a " la imaginación infantil", la que escapa de todo lo racional. Y me parece que, con Los mutantes, Mariano ha conseguido dejarla suelta en plaza. Bonita novela.

José Miguel Herbozo dijo...

Gracias por el comentario. Yo justamente creo que el manifiesto es la llave para entender la imaginación infantil como una alternativa que permite cuestionar siempre nuestras impresiones sobre el mundo. Sin embargo, lo más interesante es que ese juego de imaginación continuo, a menudo abordado por las vanguardias como "la alternativa", sea acá un método para estar completamente atento a uno mismo.