lunes, noviembre 24, 2008

CONELIT

Desde hoy 24, mañana 25 y el miércoles 26 de este mes se realizará en Lima el segundo Conelit: Congreso Nacional de estudiantes de Literatura que realizan en esfuerzo la Universidad Nacional Federico Villareal, San Marcos y Católica. Las actividades se realizarán en el campus de la PUCP hoy y mañana, y el miércoles en la casona de San Marcos. Este año participaré en dos mesas: un recital que se llevará a cabo el martes a las seis en el auditorio de Humanidades PUCP y el miércoles en una mesa sobre Literatura Hispanoamericana del XIX.
El programa completo se puede ver en www.literaturaperu.org

martes, noviembre 04, 2008

Un lugar llamado Oreja de perro


Para quienes seguimos con interés el buen catálogo de la editorial española Anagrama, el premio Herralde de novela es siempre un punto de referencia. Para quienes creen que Oreja de perro no existe, será muy dificil olvidar este título. Si bien la última edición del esperado premio Herralde se la llevó el mexicano Daniel Sada por su novela Casi nunca, Iván Thays quedo finalista del premio con Un lugar llamado Oreja de Perro, su nuevo libro desde La disciplina de la vanidad. Por el argumento que aparece en la reseña de la página de la editorial española, se puede asegurar un tremendo giro temático desde los temas de la última novela, en la que el lector entraba en el universo de un puñado de escritores sudacas reunidos en un congreso de literatura. No me arriesgo a sugerir nada del argumento, pero Oreja de perro es una región del norte de Ayacucho donde hubo narcotráfico e instaló su base una resistencia terrorista a finales de los años noventa. Por ahora, volviendo al libro, la página de Anagrama muestra la portada. Acá lo vamos esperando. Fotografía de Carlos Wertheman

viernes, julio 18, 2008

La frontera entre dos edades: sobre Los Mutantes de Mariano Vargas


Estruendomudo inició el año editorial con la publicación de Los Mutantes, primera novela de Mariano Vargas. Este es el texto que leí en la presentación del libro.

Pese a su brevedad, hablar de Los mutantes de Mariano Vargas es hablar de un montón de temas. Para empezar quisiera comentar lo que más, creo, va a saltar a la vista: la influencia. Los Inocentes, uno de los modelos de riesgo literario más originales de nuestra literatura, es un libro que dejó mucha cola. Sin embargo, creo que mucho de lo que se ha publicado tratando de imitar, emular, homenajear, dejarse influenciar, etcétera, por la obra de Reynoso, puede considerarse verdaderamente prescindible.
Es indudable que la narrativa de Oswaldo Reynoso, en particular Los Inocentes, propuso una ruptura respecto de lo que se venía haciendo en el país en los años de su aparición. Para no desviar el asunto, diré que sus diferencias con el momento general de la narrativa setentera se pueden resumir en dos aspectos: se reenfocaron los temas “de los que se debía hablar”, y se volvió a asumir el texto híbrido como una necesidad para la ficción.
Sobran testimonios para recordar que, cuando no se trataba de narrativa urbana, en la escena emergente de entonces la apuesta estaba del lado de la representación migrante y las posibilidades de identidad que surgen de dicho problema. Por otro lado, aunque creo que la experimentación formal es un acto más del lenguaje, Los Inocentes fue un libro de ruptura porque logró señalar una forma de existencia que mucha escritura dejaba fuera de los libros, formas de existencia que quedaban omitidas en las voces de quienes no sabían donde poner aquel lado de la realidad. Las lecciones de Reynoso, después de observar esto, son evidentes: no se necesita demasiadas páginas para grabar un mensaje en la memoria, la más fácil; la otra, la que hace la diferencia entre el caso de Mariano y todo el resto, otra más simple, pero menos entendida: hay que averiguar por qué hacemos las cosas, pero antes, por que existen de cierta manera.
Creo que lo que hace Mariano en relación con Los Inocentes es rescatar su clima, el aprendizaje, la frontera entre dos edades. Nino y Gonzalo aparecen al final de la infancia con todos los fantasmas propios de la edad adulta: el deseo, la violencia, el miedo al futuro, la identidad (o sea repetir el miedo al futuro, el deseo, la violencia). Creo que eso es una diferencia fundamental con lo de Reynoso, cuyos personajes se encuentran con sus traumas en la calle, y sus traumas se les quedan rondando en la cabeza. Los mutantes, en cambio, parece proponer que la identidad puede ser innatista, porque sus personajes aparecen casi preparados para la acción, casi dispuestos a lo que les suceda. Otro factor importante que se puede desligar de Los inocentes es el carácter complementario de sus protagonistas, que en el libro de Reynoso aparecen como miradas distintas que cuentan un mismo miedo y una misma fascinación. En el caso del libro de Mariano, Nino y Gonzalo fueron semejantes hasta que Nino vio en la esquina de la cuadra a Los Mutantes. Desde entonces se convirtieron en opuestos complementarios, el riesgo y la prudencia, la osadía y la timidez, la apuesta por el futuro y el temor del mundo que espera afuera.

Hay mucho más que decir probablemente, pero hay más que influencias. Un segundo tema que comentaré el es de los riesgos formales que Mariano asume. No voy a decir que es un mérito escoger las influencias porque todos los que escriben escogen sus influencias, (tema de lo teatral / la obsesión porno no estilizada) pero sí diré que Los Mutantes representa una ligera renovación entre la narrativa local reciente pues se aleja de muchos moldes. Lo que Mariano escribe está en la frontera entre el realismo sucio y formas como el gore o la estética cómic, en las que todo se ironiza, se exacerba y suaviza simultáneamente; como para escapar de la impresión de que Borges y Cortazar han publicado hace unas semanas que deja gran parte de la narrativa peruana reciente.

Hay dos puntos en particular que contienen gran parte de ese riesgo. Uno es el Manifiesto publicado en el periódico clandestino El Averno. Allí hay, fuera de las claves que sugieren muy tangencialmente una apuesta por romper con el espíritu de esta época, o de la época del libro, hay una apuesta por saltar las páginas de la ficción y meter las narices en la realidad, por decir más que solamente jugar a las formas. En el Manifiesto, la apuesta va del lado de la imaginación, y se apoya en la búsqueda de una razón alterna que ayude a encontrar la identidad, que libera de la alienación, y desde luego, que justifica la ficción.

Además, otro aspecto importante de ese riesgo está en el nudo que se forma entre el aprendizaje de Nino cuando es entregado por sus amigos al camionero y rescatado por Los Mutantes, y las tangenciales apariciones de los nobles. Una estrecha relación de control aparece en esta complicada caricatura de una sociedad donde el orden de las cosas está controlado desde el poder. Sin embargo, como sucede en la realidad, la función significante del dinero hace invisible el poder. Si como dice el manifiesto, la cosmovisión caricaturista y el pensamiento libre son caminos para entender una realidad ajena y controlada, la ficción que Mariano construye con Los Mutantes es, con el desenlace que tiene, un proyecto cumplido, el manifiesto su llave, y Nino el producto de este breve y arriesgado acto de conciencia.

martes, mayo 13, 2008

Estos meses















Recién retomo este blog después de mucho tiempo. En estos meses he publicado algunas notas en mi blog de poemas, Catedral, reseñas de dos poemarios: Fiera Venganza del tiempo, de Carlos Vaquerizo, y Somniloquio, de Beatriz Torres. También publiqué un comentario breve sobre una de mis películas favoritas, Manhattan de Woody Allen, en También los cinerastas empezaron pequeños, y una selección de poemas, con motivo de una reciente muestra sobre poesía peruana en la revista virtual Ping Pong, que dirige Frank Baez. También linkeo aquí una reseña que encontré recién sobre Los ríos en invierno.

domingo, mayo 04, 2008

Capote


























Capote es uno de mis escritores favoritos, pero también es el título de la película sobre Capote que en 2005 dirigió Bennett Miller. Basado en una biografía de Gerald Clarke, el film reproduce el antes y el durante de la escritura de la ya clásica In Cold Blood o A Sangre Fría, como la leí por primera vez. Sin duda, el mayor protagonista de la película es el temperamento del novelista, encarnado, en una espectacular actuación, por Philipp Seymour Hoffman.
Aunque la película parece pensada para mostrar a generaciones más acostumbradas al cine que a la lectura de novelas el peculiar temperamento de un escritor notable, su éxito radica en mostrar una caracterización demasiado real, creíble, del buen escritor norteamericano. Por otro lado, la película también muestra que los autores de biografías norteamericanos pueden ser tan talentosos como los novelistas promedio, en particular porque la película insiste en caracteres que aparecen en la misma novela, como el hecho de que el móvil del asesinato sea absolutamente inconsciente y arbitrario, o en factores externos al libro, como las obsesiones particulares de Capote en cuanto al tema durante la escritura del libro.























Es conocido que Capote poseía un carácter arrogante y que gozaba de ser un sujeto mediático. Trabajar un personaje así debe haber sido un compromiso muy retador para Philipp Seymour Hoffman, pues su notable actuación sostiene la mitad del éxito de la película. Sin duda, el reto mayor está en hacer una caracterización demasiado real, demasiado versátil, en la cual el parecido físico es solo un ingrediente, y no la culminación de su éxito. Por otro lado, un elemento en el que coinciden bien el guión y la actuación de Hoffman es el trabajo sobre la vida privada del escritor: los mejores momentos de la película están en esos instantes en que vemos al Capote más humano posible, tratando de soportar las sensaciones de soledad pese a la compañía de amigos como Harper Lee o Dunphy.
No considero que sea una película imprescindible, porque la dirección no se deja sentir. Para quienes han leído la biografía de Capote de donde se adapta la novela, esta película depende demasiado de la buena prosa de Gerard Clarke, y de una buena adaptación del guión. Sin embargo, la actuación de Hoffman se puede considerar la mejor representación fílmica de Capote, además que deja muchas ganas de releer A Sangre Fría.